relatos con arte

Lo que sigue es un intento de utilizar la ficción para motivar el aprendizaje de la Historia de Arte. Lo que sigue son pequeños relatos apócrifos, reflexiones, descripciones, cartas o poemas. Textos inventados siempre, pero inspirados en la historia, para mostrar los sentidos de las obras o adaptarlos a nosotros. En ellos se hace hablar al autor, a un personaje, a un crítico, a un mecenas, a un profesor o a un espectador que nos cuentan sus razones, su manera de ver, su sentimiento o su reflexión ante la imagen plástica. Se intenta llevar a los ojos a un nivel correcto de enfoque (que no pretende ser único o excluyente de otros, pero que sí se pretende interesante) y animar a la lectura de lo que se ve, o lo que es lo mismo, educar la mirada y disfrutar del conocimiento, concediendo al contenido, al fondo de las obras, un papel relevante que en nuestras clases, necesariamente formalistas, se suele marginar.

La pedrera

Casa Milá. Barcelona. Antoni Gaudí. 1905-1910.
La pedrera es la casa Milá. Es un bloque modernista de viviendas (o dos si tenemos en cuenta que tiene dos portales, aunque la fachada es unitaria), edificado por Antonio Gaudí entre 1905 y 1910 sobre una parcela privilegiada del ensanche proyectado por el urbanista Ildefonso Cerdá, cuarenta años antes. Se construye para un abogado de la influyente familia Milá, de industriales textiles, en la calle principal del ensanche, el famoso Paseo de Gracia. El arquitecto se somete al urbanista al adoptar el chaflán que sometía a cada una de las esquinas de las manzanas cerradas el proyecto de Cerdá, sigue la continuidad de las muros medianeros de las casas fronterizas que continúan la manzana del lado del Paseo de Gracia y del lado de la calle Provenza, pero pretende y construye un piso más de lo que estaba permitido, superando así la altura común de los edificios próximos (la casa Batlló, justo enfrente), lo que producirá problemas administrativos con el Ayuntamiento de Barcelona
Tribuna del primer piso 
Casa Milá. Planta
La casa tiende a satisfacer las necesidades de los Milá, los cuales vivirán durante años en el auténtico palacio que es "el principal", es decir, la inmensa vivienda que ocupaba todo el primer piso, la vivienda que mantiene el privilegio de la tribuna de la fachada, situada sobre el portal más importante del edificio, en el centro del chaflán. Los cuatro niveles superiores que preceden al de la buhardilla, ocupada por los lavaderos, se subdividían interiormente en cuatro espacios, y estaban destinados a alquiler, como se acostumbraba entonces. El ascensor y la electricidad, que acababan de integrarse en la construcción de los primeros rascacielos de Chicago, no había producido todavía el cambio en la estratificación social tradicional de las casas burguesas de los ensanches, en donde la cualidad de sus ocupantes se degradaba desde "el principal" altoburgués, hasta las pequeñas buhardillas, ocupadas normalmente (aquí no) por jóvenes empleados y bohemios artistas.
Buhardillas
Casa Milá. Gaudí. Azotea
La modernidad de La pedrera resulta muy explícita si observamos el uso del hierro colado para las vigas y para uno de los pilares del sótano sobre el que confluyen éstas, o bien si reconocemos la cimentación de hormigón o apreciamos que tenía un sótano para carruajes (luego transformado en garaje) y un piso de carboneras, que nos hablan de un moderno sistema de calefacción. Lo mismo sentiríamos si, después de pasar por zona abuhardillada en donde situó las lavanderías, tras contemplar esos arcos tan personales de ladrillo y de forma parabólica, saliéramos a la azotea en la se plantan las seis salidas de las escaleras y de las dos torres de ventilación -las más altas culminadas por cruces tumbadas y cubiertas por mosaicos de azulejo blanco- y las treinta chimeneas, más bajas, que parecen repetir la extraña forma de los cascos de un hoplita o quizás la cabeza de un halcón. Más oculta al espectador poco habituado a la reflexión arquitectónica está la calidad autoportante de los pilares de piedra y ladrillo y de las vigas, lo que permite transformar a la fachada en un mero cerramiento y distribuir con entera libertad el interior. Sin embargo, "La pedrera" es algo más que un edificio moderno, porque es el resultado de la colaboración de Gaudí con los mejores canteros, ebanistas, ceramistas, herreros y artesanos del yeso de la ciudad. Los artesanos trabajan para intentar escapar de los productos industriales en serie, y para dar el tono burgués, elitista y caro, a todo el conjunto. Sólo así será posible realizar la pulida superficie curvilínea de la fachada y de los pilares y columnas, el recubrimiento de mosaico de azulejos de los monstruos de la azotea, las escaleras de pasamanos curvilíneas o las rejas con forma de ramas de hierro forjado de los pretiles de las terrazas. 
Portal
La rosa y la m en la fachada
El edificio, por lo tanto, tenía que ser moderno y servir a las necesidades de representación social de los Milá, pero también, al mismo tiempo, pretendía ser  un marco de expresión para la espiritualidad de su autor. En efecto, sabemos que con esta obra Gaudí esperaba rendir un homenaje muy especial a la Virgen. Él, siendo muy joven, había trabajado para el Monasterio de Montserrat, lo que le había permitido entrar a dirigir durante los últimos veinte años las obras de la Sagrada Familia, ese templo especialmente dedicado a San José que acababa de brotar del suelo del barrio de Horta. En la mente del autor, que había hecho lo mejor de su carrera bajo el paraguas protector de la iglesia católica y de la burguesía conservadora (Capricho de Comillas, Palacio episcopal de Astorga, Palacio de los Botines de León), estaba situar un grupo escultórico monumental de temática mariana (La Virgen junto a los dos arcángeles) como culminación al quinto piso de la fachada. Sin embargo esta idea no se podrá llevar a cabo, debido a la negativa de la famila Milá, después de los acontecimientos de “la Semana Trágica” en 1909. En su lugar queda una rosa con una letra M, el símbolo de la Virgen, la inicial de su nombre y una inscripción que rompe la continuidad de la línea curva de la cornisa del quinto piso en cada uno de los salientes convexos de la fachada, que reza: "Ave ... , gratia plena, dominus tecum”, es decir, la salutación del ángel de la Anunciación.
Si se conoce esta idea, el carácter curvilíneo de la fachada de piedra caliza de la casa alcanza significados distintos de los que pudieran asociarse a la influencia del barroco de Borromini, para aproximar más su significado al del simbolismo transcendente de la montaña catalana en donde la Virgen se apareció. Sabemos que, cuando acabó el edificio, en 1910, Gaudí programó y pagó una excursión de todos los trabajadores de la obra a Montserrat. A la luz de esta idea es posible imaginar el sentido cristiano de las cruces tumbadas que culminan el edificio, transformar en hoplitas a las chimeneas y entender que el organicismo modernista del arquitecto de Reus es aquí, tal vez, una alusión a la formas naturales redondeadas por los siglos de los conglomerados de Montserrat y una manifestación más de su religiosidad transcendente.   

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