relatos con arte

Lo que sigue es un intento de utilizar la ficción para motivar el aprendizaje de la Historia de Arte. Lo que sigue son pequeños relatos apócrifos, reflexiones, descripciones, cartas o poemas. Textos inventados siempre, pero inspirados en la historia, para mostrar los sentidos de las obras o adaptarlos a nosotros. En ellos se hace hablar al autor, a un personaje, a un crítico, a un mecenas, a un profesor o a un espectador que nos cuentan sus razones, su manera de ver, su sentimiento o su reflexión ante la imagen plástica. Se intenta llevar a los ojos a un nivel correcto de enfoque (que no pretende ser único o excluyente de otros, pero que sí se pretende interesante) y animar a la lectura de lo que se ve, o lo que es lo mismo, educar la mirada y disfrutar del conocimiento, concediendo al contenido, al fondo de las obras, un papel relevante que en nuestras clases, necesariamente formalistas, se suele marginar.

Las apariencias engañan

"Esto no es una pipa". René Magritte. Óleo sobre lienzo. 60 por 81 cm. 1928/29. Los Angeles, County Museum. Los Ángeles. California.
La representación es mentira. La pintura, el teatro, el cine, la televisión es representación. Todo eso es mentira. Como lo eran las pinturas de Altamira. Sin embargo esas pinturas sirvieron para cazar bisontes, lo mismo que los pasos procesionales del barroco produjeron cientos de milagros, lo mismo que nos horroriza el terrible grito de Munch. Una pipa sirve para ser fumada, pero un cuadro con una pipa pintada sirve para pensar en las pipas. Sobre todo si debajo de ella aparece una inscripción en francés, que dice "Esto no es una pipa".
Por lo tanto, lo que tenemos ante nosotros es una doble representación, la pintada y la escrita, dos representaciones que parecen contradecirse porque lo que vemos parece una pipa y lo que se escribe es que no es una pipa. Si lo pensamos, nos damos cuenta de que tiene razón el escrito, de que, en efecto, lo que está pintado no es una pipa, aunque represente a una pipa vista de perfil, de la forma en la que se la reconoce mejor, porque vista desde arriba no sería lo mismo y es posible que, si la vemos desde abajo, lo que viéramos no pareciese una pipa verdadera.
Los egipcios, los musulmanes y los chinos no diferencian entre arte y escritura. La escritura, la caligrafía es un arte. A mi me gusta pensar que en este caso la inscripción no comenta la imagen, que es más bien la imagen la que comenta la inscripción, porque antes es el pensamiento, la palabra, que la imagen que nos representa.
La imagen es un sustantivo, pero también adjetiva y predica sobre el sujeto de la representación. La imagen no sólo asume los rasgos de lo que se representa, sino que también se roba su alma. Por eso las flores pintadas también huelen y los retratos nos miran desde la eternidad, por eso los hombres de Altamira pintaron los bisontes. Las palabras hacen lo mismo. Nos definen, nos explican, nos señalan y nos sustituyen. La imagen de nuestra vida no es en realidad nuestra vida, las palabras que se dicen de nosotros no son lo que somos. La realidad es inaprensible, inobjetivable. Por eso, la imagen del arte o las palabras escritas nos representan, y producen una realidad distinta, una realidad objetivable y fija. Una realidad virtual que nos engaña, porque la representación es una gran mentira, porque, en efecto: "esto no es una pipa". Sin embargo, esta realidad virtual, este engaño es sumamente importante para todos, porque la representación nos confiere un sentido que mueve nuestro pensamiento, que jerarquiza y conmueve, y que la trampa del tiempo, que todo lo cambia, no deja de esconder . 

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