relatos con arte

Lo que sigue es un intento de utilizar la ficción para motivar el aprendizaje de la Historia de Arte. Lo que sigue son pequeños relatos apócrifos, reflexiones, descripciones, cartas o poemas. Textos inventados siempre, pero inspirados en la historia, para mostrar los sentidos de las obras o adaptarlos a nosotros. En ellos se hace hablar al autor, a un personaje, a un crítico, a un mecenas, a un profesor o a un espectador que nos cuentan sus razones, su manera de ver, su sentimiento o su reflexión ante la imagen plástica. Se intenta llevar a los ojos a un nivel correcto de enfoque (que no pretende ser único o excluyente de otros, pero que sí se pretende interesante) y animar a la lectura de lo que se ve, o lo que es lo mismo, educar la mirada y disfrutar del conocimiento, concediendo al contenido, al fondo de las obras, un papel relevante que en nuestras clases, necesariamente formalistas, se suele marginar.

Convencer mejor que vencer

La rendición de Breda o Las lanzas. Velázquez. 1635. Óleo sobre lienzo.  307 por 367 cm . Museo del Prado. Madrid
El rey me pidió una obra para el Salón de Reinos del Palacio del Retiro. En el Salón, él recibe a los embajadores y se pensó que era bueno decorarlo con cuadros que hablasen de las hazañas de nuestros ejércitos. A mi me tocó un tema reciente. "La rendición de Breda". El asunto acababa de sumarse a nuestra historia, apenas hace diez años, en 1625: Según nos cuentan las crónicas y según la obra de Calderón de la Barca que se representa ahora en Madrid, el general genovés Spínola, mandando a nuestros tercios, venció a los bravos holandeses, pero quiso rendir homenaje a la valentía de los flamencos dejando salir a la guarnición, mientras el ejército español esperaba formado su salida con las lanzas en posición vertical. Según parece, cuando Don Mauricio de Nassau, se inclinaba para entregar de las llaves de la ciudad a Spínola, el jefe de nuestros tercios evitó la  humillación de su enemigo con un amable y diplomático toque en el hombro... Ese es el gesto que me interesa, pensé. Frente a los que nos atacan extendiendo la leyenda de que los españoles somos una especie de demonios, frente a los que interesadamente confunden al hombre del saco con nuestro Duque de Alba, yo defenderé nuestra caballerosidad y gallardía... Pintaré un extenso paisaje en el que los juegos de luz señalarán distintos planos. Hacia el fondo se verán los desastres de la guerra, fuego y agua utilizados como armas. Una alineación de lanzas aparecerá detrás de los españoles, para manifestar que son ellos quienes han vencido, mientras el enemigo está desarmado. Delante, pintaré dos caballos, en posiciones contrarias y en escorzo: Uno moviéndose hacia el espectador y el otro entrando en el cuadro, para dar profundidad y dinamismo. Pero en este primer plano, lo que destacará será la elegancia, la humanidad y la cultura de los dos ejércitos. La magnanimidad del vencedor con el vencido. Para remarcar la idea, yo mismo me representaré entre el grupo de soldados españoles, un grupo de soldados valientes y fuertes, hombres cabales a los que retrataré para que sean recordados. Su conversación animada y su gesto inteligente nos hablará de que son gente de fiar, de que son gente razonable, aunque no estén uniformados ni ordenados para el ataque o la defensa. En sus rostros se verá su nobleza. La grandeza de España no proviene de sus triunfos ni de la forma en que los obtiene, la grandeza de España proviene de la calidad moral de sus valores.

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