relatos con arte

Lo que sigue es un intento de utilizar la ficción para motivar el aprendizaje de la Historia de Arte. Lo que sigue son pequeños relatos apócrifos, reflexiones, descripciones, cartas o poemas. Textos inventados siempre, pero inspirados en la historia, para mostrar los sentidos de las obras o adaptarlos a nosotros. En ellos se hace hablar al autor, a un personaje, a un crítico, a un mecenas, a un profesor o a un espectador que nos cuentan sus razones, su manera de ver, su sentimiento o su reflexión ante la imagen plástica. Se intenta llevar a los ojos a un nivel correcto de enfoque (que no pretende ser único o excluyente de otros, pero que sí se pretende interesante) y animar a la lectura de lo que se ve, o lo que es lo mismo, educar la mirada y disfrutar del conocimiento, concediendo al contenido, al fondo de las obras, un papel relevante que en nuestras clases, necesariamente formalistas, se suele marginar.

Capilla Brancacci

Capilla Brancacci. Frescos de Masaccio (1424-27 ) y otros. Basílica del Cármine. Florencia 
Del otro lado del Arno, escondidos de las masas de turistas que recorren la plaza de la Señoría y los Uficci, alojados en una de las basílicas que proyectara Brunelleschi, la basílica del Cármine, están los frescos de la capilla Brancacci, pintados por Masaccio (antes pintó Masolino -expulsión del paraíso, arriba a la derecha) y después, Filippino Lippi, abajo a la derecha, San Pablo visita a San Pedro en la cárcel). 
Con la espacialidad rigurosa de Masaccio se inaugura la pintura del Renacimiento. Las líneas de la arquitectura construyen la pirámide visual en la que se encajan las figuras. Entre ellas, la de San Pedro, a quien se reconoce por su barba blanca y por su vestimenta, que se repite en cada marco varias veces. Se nos relatan distintos episodios de su vida y en cada escena distintas acciones sucesivas. Arriba, sobre un mismo marco espacial, obedece la orden de Cristo, busca la moneda en el pez y paga al publicano (un nuevo impuesto en Florencia, justifica reforzar la idea de que hay que pagar al César). Abajo, la resurrección del hijo de Teófilo, San Pedro en su cátedra, y a la derecha, San Pedro sana con su sombra. 
Frente al decorativismo amable del gótico internacional, Masaccio pensó en recuperar las formas rotundas del modelado de Giotto, pues la perspectiva demanda volumen, de modo que acabó produciendo un modelado casi escultórico en  sus figuras, que resultan algo rígidas y estáticas, aunque su escaso movimiento se compensa con la sinceridad y eficacia de sus acciones. También dispuso en escorzo las aureolas de santidad, como se hará en adelante durante todo el siglo. Además, pintó pilastras corintias para separar los recuadros y, en el zócalo, recuperó la pintura romana de los antiguos estilos pompeyanos que imita el brillo del mármol. Masaccio (diminutivo de Tomás) murió en 1428. Tenía sólo veintisiete años, la misma edad que tenía Rafael cuando, 80 años después, pinta la escuela de Atenas.

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