relatos con arte

Lo que sigue es un intento de utilizar la ficción para motivar el aprendizaje de la Historia de Arte. Lo que sigue son pequeños relatos apócrifos, reflexiones, descripciones, cartas o poemas. Textos inventados siempre, pero inspirados en la historia, para mostrar los sentidos de las obras o adaptarlos a nosotros. En ellos se hace hablar al autor, a un personaje, a un crítico, a un mecenas, a un profesor o a un espectador que nos cuentan sus razones, su manera de ver, su sentimiento o su reflexión ante la imagen plástica. Se intenta llevar a los ojos a un nivel correcto de enfoque (que no pretende ser único o excluyente de otros, pero que sí se pretende interesante) y animar a la lectura de lo que se ve, o lo que es lo mismo, educar la mirada y disfrutar del conocimiento, concediendo al contenido, al fondo de las obras, un papel relevante que en nuestras clases, necesariamente formalistas, se suele marginar.

El refectorio de Leonardo

La Santa Cena. Leonardo da Vinci. Oleo y temple sobre yeso. 8,8 por 4,6m.1495-97. Refectorio de Sª Mª delle Grazie. Milán.  
Me pidieron los monjes de Santa María de las Gracias de Milán una pintura para el refectorio. Fácil, les dije, la Santa Cena es lo más apropiado. Luego fui a ver el espacio y me vino de golpe la idea. Se podría fingir que la arquitectura de la sala continuase más allá del muro, aplicando las leyes de la perspectiva y concediendo a los personajes de la cena un espacio y una dimensión casi reales. 
 Ghirlandaio. 1480. Fresco. 8,8 por 4 m. Ognissanti. Florencia
Lo siguiente fue plantearme la composición. El problema consistía en distribuir en torno a la mesa a los trece personajes. De entre ellos había uno, el traidor Judas, a quien la tradición concedía una situación de privilegio, porque solía aparecer delante de la mesa, separado del resto, en actitud de ocultarles la bolsa incriminatoria con las monedas, mientras el espectador la contemplaba en primer plano. Pensé que esa solución de mis contemporáneos Andrea de Castagno y Ghirlandaio concedía injustamente al traidor el papel protagonista. Por eso, decidí situarle del otro lado de la mesa, junto al resto de los apóstoles, y encontré que estaría bien constituir en torno a Cristo cuatro grupos de tres personajes cada uno inscritos dentro de un triángulo equilátero. Dos grupos aparecerían a su izquierda y otros dos a su derecha. En el centro de la composición, Cristo sería, además, el punto de fuga de la pirámide visual, quedaría aureolado por la luz de la ventana del fondo y tendría que separar bien sus brazos para alcanzar un volumen equivalente a cada uno de los cuatro grupos de tres. 
Andrea Castagno. 1445-50. Fresco. 4,53 por 9,75 m.  Sª Apolonia. Florencia
Para terminar tuve que releer la historia de la Santa Cena para buscar el momento de la representación. El momento elegido no fue el más importante desde el punto de vista religioso, que es el de la instauración del Santo Sacramento de la Eucaristía, el momento elegido fue el de la máxima intensidad emocional, el que exigió un mayor enfrentamiento entre las personalidades de los presentes, aquel en el que Cristo dice: "Alguno de vosotros me traicionará". Ante esta frase, las cuatro masas terciarias reaccionan. Se preguntan, se señalan, se escuchan, se acusan. Me serví de todo lo que sabía sobre el arte de la mímica y crucé las miradas para dar vivacidad al conjunto. Se diría que se escucha lo que dice cada cual... Sólo uno de los doce sabe a quién se refiere Cristo. Es el traidor el que, avergonzado, se separa hacia delante y esconde la bolsa con las monedas. El es el único que no pregunta, el único que guarda silencio...
En la elaboración del proyecto, intenté simplificar. Para evitar las engorrosas giornatas de la técnica del fresco, utilicé una técnica de temple que fue un rotundo fracaso. La obra se deterioró rápidamente. En ésto, resulta evidente, no acerté.   

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